Pienso que todos los hombres tenemos el secreto deseo que, después de coger, la señorita en cuestión se convierta en una pizza, un chopp helado de Heineken, un pucho y una de Tarantino en calidad blu-ray.
Lo que ocurrió esa noche de hace ya varias lunas fue por demás intrigante. Después de un despliegue más que decente en el proceso de pesca, lleve a Ana* a mi departamento, con intención de aprovecharme de mil maneras de ella. Tremenda sería mi sorpresa al abrir la puerta, ya que Anita “la dulce” tomó la iniciativa, llevándome casi a los empujones a la habitación, aprovechándose ella de una sola manera de mi (para que hacerlo otras 999 veces).
Después de consumado el hecho, yo todavía con mis jeans abajo y sin salir del todo (fucking chupines), Ana se dio vuelta y no se durmió, simplemente se dedico a ignorarme, probablemente queriendo que me transformara en una Quilmes helada y un paquete de Virginia Slim.
Aprender el significado del karma en la práctica no es nada chistoso.
Continuará…
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