viernes, 10 de diciembre de 2010

07- Home Alone

El aire de primavera, fresco y vigorizante, entraba gentilmente por la ventanilla de mi auto, el sol de la mañana me bañaba la cara y mi rostro no reflejaba otra cosa que no fuese felicidad. ¿La razón? Me iba a vivir solo, ¡Si señor! Un estropajo suelto en su departamento. “¡La joda que va a haber! Sodoma y Gomorra un poroto, la primera orgía la iba a armar para esa misma noche, así nomás, sobre las cajas que embalan mis cd´s, y con el colchón todavía tirado en el piso, con Jimmy mirándome desde el póster enmarcado… The Estropajo Experience”
Obviamente la importé a mi Vieja por una tarde, para que me ayudara a limpiar y a acomodar las cosas. 
Se preguntarán por los nenes. ¿My friends? Me había olvidado de comentarles que mis amigos, como yo, sufren una irrefrenable alergia a todo lo que involucre franelas, remoción de basura y productos de limpieza hogareña (blargh!).
Lo que nadie me había comentado (y tuve que aprender a la fuerza), era que irse a vivir solo no te transformaba de la noche a la mañana en un “amo de casa”, en un experto en limpieza y planchado de ropa, lustrado de muebles, ni nada que se le parezca, y si bien sabía que la experiencia me la iba a dar el tiempo, la impresión que me lleve esa primera semana fue ejemplar.
Exactamente una semana después mi “cubil felino” (y no por que me crea Lion-O), parecía más una sucursal del basurero municipal que el hogar de alguien (humano). La acumulación de toallas mojadas en la cama hacía que tuviese que dormir cada noche en posición fetal, además el olorcito estaba empezando a darme arcadas, si a eso le sumamos la ropa sucia tirada en el piso, algún que otro corpiño sin propietaria por ahí y las zapatillas de cuando se me daba por hacerme el sport-man, el aroma era sinceramente nauseabundo. El resto de los ambientes del depto no escapaba a similar descripción, platos llenos de tuco seco en el lavadero, libros tirados en la mesa, la Les Paul recostada en el sofá coqueteando con un par de latas vacías de birra y una botella de Coca sin gas. Todo eso era algo que me veía venir, algo esperado.
 Pero había un problema que no había tenido en cuenta y me aterrorizaba, algo que me miraba desde el final del pasillo, casi como sabiendo que en algún momento iba a tener que enfrentarme a él, vernos las caras, “a lo macho”,  mi némesis, aquel que sacaba lo peor de mi y al cual acudía yo en busca de inspiración. Era él, si, ESE PUTO INODORO.

1 comentario:

  1. tremdoooooooooo! y es asi no todo es color de rosa Estropajo

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