Jingle bells, jingle bells, la la la, todo muy bonito, muy nevado (aunque por estas pampas tengamos una temperatura promedio de 32°C), mucho arbolito con pelotitas y muchísimas lucecitas de colores . La blanca navidad se encontraba arañando mi puerta, con sus garras afiladas por el consumismo, los regalos, las fiestas, el alcohol, la joda, los asados, las salidas con segura sentencia de desmayo etílico, las minas empaquetadas en ajustadísimos vestiditos que no dejan nada librado a la imaginación… (¿De qué mierda me quejo?).
Tengo que comentarles que nunca fui muy “navideño”, aunque tampoco soy de esos que andan despotricando contra las celebraciones, es más, si de celebrar se trata… A descorchar se dijo.
Era la mañana del 19 o 20 de Diciembre, el Estropajo meta boludear, joystick en mano, entrenando para ver si de una vez por todas Pablito y su “Club Atlético Plumas Verdes” (Alias La Concha de la Lora) sucumbía ante el poderoso “Parisiennes FC”. Partido va, puchito viene, prendí el equipo de música, puse un disco de black metal y a los pocos segundos Dimmu Borgir sonaba a decibeles obscenos por todo el depto. El ambiente era excelente, casi mágico, me encontraba a mis anchas, cuando de repente, “oyose de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto”. Cuando abrí la puerta y vi quienes eran, les juro que hubiese deseado que fuese el cuervo de Poe, y no ellos.
“Sálvate hermano y observa la luz entrar en tu hogar”, dijeron de movida, y yo transfiguré inmediatamente mi distendida sonrisa en una cara de orto que se veía desde la estación espacial internacional. Eran tres los tipitos, dos flacos y una minita, al estilo “Men in Black” con unos sobretodos de color negro (recuerden los 32°C), unos maletincitos dignos de un visitador médico y una cara de pelotudos que partía la tierra.
Al ver mi aspecto (cabeza afeitada, barba bigote y un buzo negro de Cradle Of Filth con la imagen de una monja comulgando en el infierno), creo que se sintieron muy alentados, algo así como el sentido del deber que les conminaba a salvar a la oveja descarriada, y llevarla al redil de nuevo.
“Esto me va a llevar un tiempo largo”, me dije y los invité a pasar, una por que seré muy estropajo, pero no soy un maleducado, y otra por que no quería que me vieran en la puerta con semejante mamarrachada de gente. La música seguía a volúmenes desesperantes, y estos tipos se negaban a recibir cualquier tipo de bebida que yo les ofreciese (creo que por temor a ser drogados y sodomizados de manera brutal). Me hablaban de no se que mierda, yo estaba en otra, tratando de desnudar con la mente a la mina que acompañaba a los dos flacos, que gesticulaban de manera exageradísima y me mostraban un par de publicaciones de bajo presupuesto salidas de una editorial berreta.
¿La muchacha en cuestión? Del uno al diez tenía un… menos cuatro, pero era tratar de desnudar a la flaca en mi cabeza o escuchar a los dos salames que tenía en frente.
Cuando terminaron de hablar, quisieron preguntarme algo que no alcancé a entender bien, a lo que yo les dije, que, ya que había “oído” lo que ellos tenían para decirme, ellos iban a tener que oír lo que yo iba a explicarles. Les comente que tenía un arma contra lo que me acababan de decir y me incliné hacía abajo buscando en la mesa ratona…
Creo que lo único que alcanzaron a escuchar fue la palabra “arma”, antes que pusieran cara de desesperación, se disculparan de mil formas diciendo que no tenían tiempo y huyeran despavoridos, sin darme chance a mostrarle mi copia de “El origen de las especies” de Charles Darwin.
Acto seguido me serví un vaso de bebida gaseosa saborizada cola (digamos Coca, que mierda). Tomé el joystick, saqué la pausa y prendí otro pucho. Parisiennes FC ganaba otro campeonato y mi malévola sonrisa no se desdibujó de mi rostro en todo el día.
Y seas sinceros lo que menos hacia la monja del buzo era comulgar
ResponderEliminargenio !!!
Esto está muy bien!!! debería haberse dedicado a estas figuras mucho antes, dejando de lado al Romanticismo! Me alegro por Ud. lo felicito y le agradezco por este instante de desprecio contra la fantasmagórica Realidad.
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