martes, 31 de mayo de 2011

36- El Estudiante


La mano venía pesada en la facultad, iba en caída libre, y con pocas ganas de remontarla, sentía que me faltaba ese plus-ultra de las primeras épocas, plus que me preocupaba, ya que no sabía qué podría ser y ponía en peligro mi continuidad en la universidad.

Como ya se habrán imaginado, la respuesta venía de la mano de una mina… ¡Y que mina!
Ilse era estudiante de pos-grado, alemana, grandota (fghhhhhhhh!!!!), y con una carita de turra que partía la tierra.
Cuatro en español, ocho en inglés y… no se… once, catorce, sesenta, mil quinientos en el universal lenguaje de las manos (sobre la humanidad de otro).  
Le gustaba tanto la joda, como a mi salir de joda con ella. Cervezas iban, arrumacos venían, y la jauría se desesperaba por tirarse encima de la blonda belleza europea.
Después de un par de días de trabajo “sucio” (o chamuyo barato si se quiere), la teutona/tetona, accedió a un revolcón de proporciones épicas.
El drama se suscitó cuando, entre pucho y charla post-coito, se enteró de mis calificaciones, poco atractivas para un alumno en segundo año con aires de sábelo-todo.

-Vas a tenerrrrr que hacerrrrr algo con istas calificaciones niño- Dijo con su tonito de oficial de la SS que tanto temor me daba. (Y el hecho que me dijese niño realmente me provocaba nauseas).

-Si, verdad, pero me falta un incentivo, algo para poder empezar a tomar las clases con más ánimo- Le dije así, como al pasar- Algo surgirá seguramente.

El incentivo vino de ella, y el juego (o intercambio) era el siguiente: Una bolilla estudiada por un polvo…

Ese semestre termine regularizando todas mis materias, y aprobando buena parte de los finales, algunos en Julio mismo y el resto en Septiembre.

Nunca supe si era familiar de algún jerarca nazi, pero que me tenía cagando, me tenía cagando, solo le faltaban las botas de montar y el látigo sostenido por un guante de cuero.

martes, 17 de mayo de 2011

35- El ataque de los clones (musicales)

La música y yo, ese amor incondicional que nos tenemos con mis guitarras es algo que trasciende lo meramente musical. La música y mis locuras me costaron más de una mujer, más de una materia de la facultad y más de una resaca marca Acme, entre tantas cosas que perdí por hacerme el “guitar hero” por unas cuantas horas en algún pub de mala muerte, o en alguna sala de grabación montada apenas y revestida de cartones para huevos, así austeramente, pero dentro de ese tupper, yo me sentía Hendrix.

Una tarde de esas, volvía de la facultad con ganas de tomarme una coca helada, bañarme y dormir hasta el próximo solsticio de primavera, cuando de repente y en medio del tráfico invernal suena el celular:

- ¡Estropajo herrrrrrrmano!- se escuchaba  a Pablito demasiado entusiasmado, y eso solo podía significar dos cosas: Trolas o música.

-¡Pablín! Decime…

-Tengo el dato de una banda que quiere zapar ésta tarde con nosotros en un estudio que conozco, ¿Vamos a tocar alguito?

- ¿Qué onda ché? – pregunté queriendo interiorizarme del estilo de los nuevos nenitos.

- Metal al palo hermano, estos tipos son los herederos de Metallica…- Y se lo escuchaba de verdad entusiasmado, tanto así, que me pegó el entusiasmo a mi.

La idea de hacer metal, con una banda nueva, con semejante crítica por parte de Pablito era más que prometedora, la tarde pronto se transformaría en una mini-sesión de “Monsters of Rock” Live in Estropajolandia.

Llegué a casa, me pegué una ducha (por decir ducha, fue casi un remojo), me cambié, me puse perfumito (no vaya a se cosa que asistieran groupies), y salí raudamente a la dirección que me habían dado.
Ya en el lugar, me presentaron a los “metaleros”, medio jovencitos, diríamos que en plena “edad del pavo”, granos incluidos, empujones entre ellos y chistes estúpidos con las voces a volúmenes insanos (así era de pelotudo yo cuando era pendejo). Pero debía haber anticipado que algo andaba mal cuando le vi la mochila al primera guitarra…la misma tenía un logo que rezaba “Boyz II Men” (ah?). “Debe ser de la noviecita”, pensé mirando a las nenas también en plena revolución hormonal vestidas con sendos uniformes de colegio, los metaleros de alma en esa época no llevábamos ni mochila, nos bastaba un par de púas en la billetera y seguramente algún amigo anfitrión de turno iba a proveer el resto de las cosas, incluída la guitarra en su casa, los precios de aquella época eran más accesibles que ahora y comprar una viola (aunque fuese coreana) no era tan inalcanzable…

Entramos, calentamos los dedos un ratito, y le metimos, ellos nos habían pasado unas hojas manuscritas, con las notas escritas arriba de cada sílaba (como los cancioneros de folklore ¿?). Las letras eran en castellano, manuscritas como estaban (escrito como el orto, errores de ortografía incluidos), no se distinguía muy bien, salvo un “te extraño nena”, “mi amor por vos” o “vuelve a mi”, la cosa se empezaba a poner oscura, oscura como la tarde.
Intenté ponerle un par de riffs con fuerza, con el amplificador al taco, algo interesante, dinámico, pero la batería no ayudaba, y el bajo ni hablar, la voz me resultaba un tanto melosa, no me cerraba para nada, hasta que le vi la muñeca al cantante, un accesorio inconfundible, con orígenes meramente poperos, si si, LA PULSERA VERDE FLUO.

Las pulseras son parte de la idiosincrasia del pueblo, y absorben las características del grupo en cuestión, tal es así que ningún metalero, jazzero, o blusero que se precie de tal, en la puta vida se pondría una pulsera de color verde fosforescente, llegado el caso lo haría si quisiese correr el riesgo de ser violado repetidas veces por los seguidores de La Renga.
Miré a Pablito con cara de rabia, le quemé la cara con la vista. Ahí estaba yo, tratando de seguir un temita empalagoso y tristón, mientras a mi espalda un clon de Ricky Martin torturaba el  micrófono con una cursi declaración de amor.
Después de dos horas de martirio pop, salimos con Pablín del estudio, tenía ganas de matarlo, de torturarlo lenta y dolorosamente como habían hecho conmigo durante interminables cientoveinte minutos.

-Sos un reverendo hijito de puta- lo ajusticié monocorde, mientras subíamos al auto.

-Te juro que no sabía nada, me habían dicho que eran metaleros de los buenos. ¡Que clavo boludo!- la desilusión se le sentía en la voz a mi amigo.

-Sos un pajero, la próxima vez, te mato…-Y me prendí un pucho para dejar que la bronca se haga humo.

Le dí arranque al auto, y encendí el estero, Pablito buscaba en la guantera algún cd para descomprimir. Encontró uno que Paula dejó abandonado a su suerte y que no había vuelto a oír desde que habíamos cortado, mi amigo pensó que este disco calmaría mi idiotera, no lo hizo.

Volvimos a mi depto escuchando Alejandro Sanz, y yo con los oídos en off.

viernes, 13 de mayo de 2011

34- Sin principio ni final


Ya después del segundo vaso empecé a aclararme la vista en el boliche, detestaba la música que pasaban, pero la banda que iba a tocar era de gente muy amiga y había que cumplir con un par de temas para acompañar.
A menos de metro y medio de distancia un escote me hipnotizaba y me llamaba a la barra:

- ¿Se puede saber qué carajo estás mirando?

- Tus labios, son tan, pero ¡tan sensuales! –Verso total, no podía sacarle la vista de las tetas, ¡y qué tetas! (insértese aquí un ademán, como si estuviese llevando dos pomelos rosados apretados a la altura del pecho).
Se dio vuelta y no me dio ni cinco de bola, con la pelota todavía en los pies contraataqué por el centro del área:

- Mejor si me das la espalda. – Le perforé el oído.

-¿Ah?- Se dio vuelta y me miró como sin entender.

- Mejor si me das la espalda, por que tus labios serán sensuales, pero tu culo es algo de otro mundo – Y en ese mismo momento me di cuenta de la barbaridad que había cometido y hasta había cerrado los ojos para amortiguar el cachetazo.

-Sos un boludo, ¡ja ja ja! – Comentó y se sonrió. Uno a cero para el Estropajo pensé, y decidido a no perder la ventaja le pedí un trago y me senté a charlar.

Hacer del levante un arte, es algo que jamás pude, a decir verdad, en el pozo sin fondo de mi memoria hay guardados más rechazos que noches de éxito total. Lo que para algunas personas era normal, casi hasta como respirar, a mí siempre me costó un huevo, siempre remando como campeón olímpico, siempre peleándola como gato panza arriba, era por eso que cuando las cosas se daban de forma relativamente sencilla, no podía darme el lujo que la chiquita se me escape.
Las cosas empezaban a ir viento en popa, la señorita en cuestión, de la cual solo me acuerdo el par de lolas y esos ojazos negros que me volvían loco, ya había empezado a aflojar a punto tal de un par de besos y una visa sin fecha de expiración para mis manos sobre su humanidad. Justo en el momento de firmar los papeles los chicos empezaron a tocar y subí a hacer unos temitas. En medio de la tocada veo a mi bichito de turno charlando con una flaca que se me hacía conocida, pero chicato como soy, no pude distinguir más, y simplemente deje de darle bola.
Al bajar fui a reclamar mi premio con la nenita del escote travieso, y recibí mi premio, en realidad el que me había ganado antes de los besos, si señores, un cachetazo que ni el mejor boxeador del mundo hubiese podido asestar.

Lo único que alcance a oír fue un: - “…jo de put…”

Y ¡Paf! El resplandor típico de un flash, después de recibir un golpe de proporciones mayúsculas.

Y la hinchada alrededor de la barra…: -“¡UHHHHHHHHHHHHH!”

Aún con las neuronas rebotando de acá para allá, y el fernet queriendo escapar por un lugar que no le corresponde, empecé a levantar hervor.

-¡¿Qué carajo te pasa flaca?! – No podía ni fijar la vista, ¡Qué hermosa cachetada me clavó!

- ¡Sos un desgraciado, un imbécil! ¿Cómo le podes hacer eso a tu mujer?-  y con esa pregunta me terminó de desacomodar.

- Yo no soy casado ¡Boluda!- le dije intentando no levantar de manera violenta la voz.

-Vino tu ESPOSA, y me dijo que habías dejado a tus hijos en casa para venirte de joda ¡Sos un desubicado y un hijo de puta! ¡Encima está de dos meses!- Y fue ella la que levanto la voz en forma violenta, si hasta imagine que venía la réplica de su mano izquierda buscando el knockout.

- Te repito que no soy casado, calmate por favor, y decime ¿Quién te dijo eso? – Pregunté intrigadísimo.

-La morocha que está saliendo por aquella puerta- Y señaló a una flaca vestida de jean y camisita que salía por la última puerta del pub, decidí salir cagando, en medio de las carcajadas de la popular que había presenciado el hecho, a buscar a mi flamante esposa.
Segundos más tarde le dí alcance, con la vista algo más compuesta, pude distinguir a mi “mujercita”:

-Paula sos una hija de puta- Le dije tratando de contener las risas, es que la situación me pareció de lo más cómica, además, la jugada le había salido brillante.

-¡Vos sos el hijo de puta! ¡Te cogiste a mi hermana, desgraciado, stronzo di merda!- Me escupió a centímetros de mi cara
Y fue en ese momento que perdí los estribos, los estribos, la montura y el caballo completo…

-Yo no me cogí a tu hermana, ¡tu hermana me violó a mi!- Y se lo tuve que decir.
Casi instantáneamente vino el tan temido cruzado de izquierda de mi ex estropaja. En ese momento sentí que me iba a desmayar, dos cachetazos en menos de cinco minutos, eso tenía que ser algún tipo de record.

-¡Uy gordo, perdonáme! Se me fue la mano- me dijo preocupada, o por lo menos eso recuerdo que dijo- ¿Estás bien?

-No, no estoy bien, quiero sentarme antes de desmayarme, vamos a ese barcito- Y nos sentamos en la vereda de un bar.
Antes que pudiese reaccionar, ella ya había pedido (casi por acto reflejo) un fernet para mí, y un “Cuba libre” para ella. Y así fue como nos quedamos charlando, ella pidiendo disculpas por querer arrancarme la cabeza de un zurdazo y yo pidiendo perdón por haberme llevado a su hermana al polvódromo.

- ¿Se te pasó lo del golpe negro?- preguntó después de un par de vasos, todavía preocupada.

- Si, no te preocupes, casi como que me lo merecía.

-¿Casi?- incredulidad total.

-Si, casi, a mi manera de ver vos y yo ya somos algo más que un par de conocidos, y la flaca de hace un rato tenía grandes chances de terminar en cama conmigo.

-Mira, te salvé de una buena, esa flaca sin sabor no me llega ni a los talones, así que a mi manera de ver las cosas, te salvé la noche.

-El resultado sigue siendo el mismo, no hay sexo esta noche. A menos que vos…- ¡Y si! No pude evitar tirarle la jauría encima.

-Mmmmm, no, hoy, no…-Sentenció, luego vino el silencio incómodo,  un par de tragos para dejar pasar el tiempo, y siguió. – Me están empezando a asustar nuestros encuentros ¿A vos no?

-Mmmmm, no, a mí no me asustan en lo más mínimo, pero dejemos el boxeo de lado, por que ya veo que mañana el ojo se me va a poner negro…

martes, 3 de mayo de 2011

33- Los rompebodas.

El estado de inacción en el que me encontraba era jodido, lo de Paula me había afectado demasiado, y eso causaba preocupación a los nenes, a punto tal que Pablito, meses después, me confesó que pensaban que me iba a volver célibe.
Estábamos estudiando de muy mala gana, cuándo Fede tiró una idea que se propagó como un incendio en una fábrica de polietileno.

-Tengo el dato del casorio de una amiga de mi prima esta noche. ¿Vamos?

Colarse a un casamiento, yo creo que desde el más humilde de los estropajos hasta el presidente/a de la nación, alguna vez sintió la incontenible tentación de colarse en un casorio, chupar gratis, bailar hasta perder el sentido de la orientación y si se puede entre carnaval carioca y trencito al ritmo de los Decadentes, levantarse a alguien decente para una sesión de un-dos ultraviolento.

Y así fue que cerca de las dos de la mañana  estábamos todos arriba de mi auto, yendo a un casamiento en el cuál la única persona conocida era la prima de Fede (conocida por Fede, los demás, ni idea teníamos).

Entramos (increíblemente por la puerta principal de nuestra aristocrática sociedad rural), bebimos, comimos y bailamos. Bailé con la novia, quien pensó que yo era amigo del novio, me tomé un fernét con el novio quien pensó que yo era un primo lejano de la novia, abrazamos a los padres de la novia (típico acto morboso de Matías). Y yo terminé a las cuatro de la mañana definitiva e irremediablemente caliente con una flaca adornada con un vestido ajustado, de espalda descubierta y el tajo más largo del que la historia tenga registro.
 Estuvimos juntos el resto de la noche, bailamos el tutá-tutá, traté de controlar mi irrefrenable deseo de seguir bebiendo (todo en pos de un buen desenvolvimiento físico), por todos los medios intenté hacer de la noche algo entretenido y de a poco me fui olvidando de mi flamante ex-estropaja.          
Algo había en su mirada que me provocaba tranquilidad (y ganas de volteármela), era una de las sonrisas más hermosas de la fiesta, estaba conmigo y yo no tenía planes de que se me escapase semejante bomboncito.
Rondando las cinco de la mañana me ofrecí a llevarla a su casa, con todo el repertorio preparado para darle caza en el camino. Plenamente consciente de lo que se le venía encima, la señorita aceptó y desfilamos dando pasitos (ella de baile, yo de borracho) hacia la puerta. Me adelanté para abrirle la puerta del acompañante, y ya mis oídos empezaban a descansar del estruendo de la música que todavía retumbaba de fondo, cuando me dijo:

- La verdad que no me esperaba esto de vos – dijo con su carita medio desteñida de maquillaje.

- ¿Qué cosa amor? – pregunté intentando disfrazar mi borrachera.

- Que no te dieras cuanta en toda la noche que soy la hermana de Paula – y no pudo resistir la carajada.

-¿Ah? – La noticia me dejó petrificado, cómo se podía ser tan imbécil…
Y agarrándome de la corbata me puso bien pegado a su cara, y sentenció:

- Te pusiste lindo guacho, ahora que ya no somos familia.

Y se subió al auto. Mientras daba la vuelta me pregunté a mi mismo. “¿No me estaré volviendo demasiado promiscuo o demasiado hijo de puta para hacer estas cosas?”
Al momento de poner las llaves en el arranque encontré la respuesta en el beso de la hermana de mi ex novia… ¡No, todavía no!