martes, 24 de abril de 2012

66 – Rosana, la mojigata desatada



Rosana, vivió siempre un cuento de hadas, proporcionado gentilmente por una madre sobreprotectora a cagarse, un padre mecánico, castrador y carente de palabras cariñosas para con su hija, y una tonelada de libros infantiles,  películas de Disney y cuentos de príncipes azules y princesas oprimidas, en la espera del caballero que la salve, en la torre más alta del castillo más tenebroso, etc. Lo cierto es que nadie le contó a la pobre Rosi que el príncipe azul no existe (menos por estas pampas). La muy pelotuda de la madre nunca tuvo (aparentemente) una charla real con ella, no le enseño a discernir entre la realidad y la idealidad, la prueba y el error, la posibilidad de enamorarse, encarar un proyecto y trabajar de a dos para hacerlo funcionar, así que  la pobre Rosana se quedó todo el secundario esperando el beso ideal, con el novio ideal, en la noche ideal, con la poronga ideal y demás yerbas.
La universidad llegó y nada. Lo peor de todo fue que hasta más o menos tercer año de facultad la señorita seguía alimentando la esperanza a fuerza de películas absurdamente romanticotas y con exceso de azúcar.

Lamentablemente a ninguno de nosotros nos hizo caso:

- ¡Dale! Fijate como te mira, dale calce, así hay joda esta noche - Era una de nuestras frases recurrentes cuando iba a vernos tocar a algún lado.

-No seeeee – Típica respuesta.

- ¿Hasta cuándo vas a esperar para empezar a divertirte Rosanita? – Preguntó Pablito medio borracho y con el hilo de ferné’ colgándole de la comisura del labio.

- ¡Pero es que yo si me divierto! A mi manera, por que tampoco voy a andar por ahí con cualquiera – Sentenciaba generalmente dejando el tema por concluido.

- ¡Mirá Rosita! Cuando se te despierte el indio quizá sea tarde, haceme caso, no dejes pasar mas tiempo – Y era siempre yo el que terminaba por ponerse filosófico, más aún en estado de ebriedad-

El problema, quizás, fue que el gallo Pinto de Rosana mezcló barbitúricos con vino de caja y nunca se levantó a cantar para despertarle el indio. Hasta que un buen día a la chiquitita esta se le terminaron por romper los ovarios de tanta espera y a la muy temprana edad de veinticinco años decidió tomar el toro por las astas.
El desenfreno fue producto del encontronazo con un baterista de una banda de trash metal que fuimos a ver una noche, la flaca quedó obnubilada por su porte de chico malo, una mala mezcla entre James Dean (después del choque) y Shrek, nada más distante de la idea de príncipe azul, era más bien un príncipe… de las tinieblas:

-Negra, no vayas, no seas boluda, estos tipos no andan con jodas- Dijo Fede tratando de persuadirla.

- ¡Puta madre! Al final ¿No querían que empezase a vivir la vida? ¿Eh? ¿Ehhh? – La mina tenía sus argumentos.

- Si, peroooo… ¡Ma’ si! Vos andá y llamanos mañana para ver como te fue – Culminó Matías, y con esta frase la mina se fue detrás del batero de “Putrefacción”.

A decir verdad a mí no me llamó a la mañana siguiente, el “noviazgo” con “El Perro” le duró poco menos que mi actual sueldo, pero ya había probado las mieles de un sacudón un-dos ultraviolento, el drama que ante tan poca comunicación con los padres, la madre nunca tuvo la oportunidad de instruirla en el uso de métodos anticonceptivos…

No hay comentarios:

Publicar un comentario