miércoles, 6 de julio de 2011

38- Guille


Si Guillermo no entró en esta historia todavía, no es por que careciese de importancia nuestra amistad, todo lo contrario, si no que se trata de una amistad que se hizo de la noche a la mañana (literalmente), y tratar de llevar esto al papel (o al Word), fue una tarea que me llevó más de una noche de borrachera, siendo la borrachera misma, la que repelió mis intentos con relativo éxito. Sabias palabras las de Pablito que aconsejan dejar la computadora cuando no se pueden distinguir las letritas, o cuando la curda que tenés te lleva a llamar a tus ex novias llorando a horas preocupantemente insalubres de la madrugada.

Hasta ese momento con Guille, solo habíamos compartido un par de partidos de fútbol y unos cuantos asados, nada trascendente, me caía bien y le caía bien (creo).

Así fue que, en circunstancias de un viaje allá por el año… (ehhhh, uf!), habíamos llegado muy tarde con el grupo deportivo que viajábamos (si salames, alguna vez en mi vida hice deportes), y a la gente del hotel que nos alojaba no se les ocurrió mejor idea que hacinarnos a todos en solo dos habitaciones.

Nenes malcriados como éramos todos, cada uno eligió una cama y se acostaron sobre las mismas, dejando en bolas a los imbéciles que venían rezagados. Y… ¿A que no saben ustedes quienes eran los boludos rezagados? Si si, Guillermo y yo.

No nos habíamos dado cuenta de nada hasta que terminamos de acomodar nuestros bolsos, lo recuerdo como si fuera ayer, me di vuelta y Guillermo y yo cruzamos miradas, el hizo un ademán con la cabeza señalando la triste realidad, algo así como un cabezazo en el área chica: Solo quedaba una cama por ocupar.

Lo miré con recelo, como un cowboy apunto de desenfundar, con los ojos entrecerrados, el hizo lo propio. No hubo palabras en ese momento, solo la mirada de dos Estropajos con la incertidumbre, LA incertidumbre. ¿Qué hacer? ¿Dormir en el piso y amanecer con escoliosis? ¿Dormir juntos y amanecer deseando que ese dolor atrás sea producto de una escoliosis? La tensión se cortaba con el filo de una navaja, a la escena le faltaba esa pelotita de paja movida por la fuerza del viento, si hasta casi podía oír la melodía de “The good the bad and the ugly”.

Creo que fue en ese momento que Guille y yo empezamos a entendernos sin hablar, solo con la mirada, cómplice, esa que nos hizo zafar más de una vez.

Así dormimos una noche completa, mezquinándonos el culo, dándonos la espalda (uno nunca sabe quién se acuesta a tu lado…), cada uno en la punta. La mañana siguiente dio paso al desayuno, la competencia y el  aliento mutuo, desde ese momento entre el zángano de Guille y yo nació una amistad sin condicionamientos, leal y permanente. Solo espero que en mi inconsciencia nocturna (y mis hábitos de cama) no nos hayamos hecho cucharita. De todas formas no hay fotos, así que puedo negar lo que sea sin que se me mueva un solo músculo de la cara…

Meses más tarde Guille me comentaba, ferne’ mediante, que había oído por ahí que si dormís con alguien de tu mismo sexo, o despiertan muy amigos o demasiado maricas. No tengo nada contra le gente homosexual, pero gracias a Nuestra Divina Señora de la Promiscuidad que nos hizo tan, pero tan amigos.

Jodas, trampa, borrachera, escapadas, complicidad, pero por sobre todas las cosas amistad.

Hoy brindo por eso, por ustedes, hasta el desmayo etílico… Los que están desde mi infancia, los heredados, los de mi adolescencia, los que son de verdad y los que vendrán ¡Salud amigos!

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