Noche de jueves, noche de poker. Desde que aprendimos a tallar cartas, a embriagarnos y dormirnos encima de porotitos, en la época de vacas flacas, hasta que descubrimos la suavidad de un paño verde y el sonido metálico de las fichas multicolor, en la época de “abbondanza”, los nenes y yo nos reuníamos todos los jueves a jugar al poker. Democráticamente una vez en casa de cada uno, hasta que me fui a vivir solo, desde ese momento mi cueva se transformó en garito, cabaret de turno, open bar 24/7, y lugar obligado de asilo político cuando a las novias de mis amigos se les antojaba pegarle una reverenda patada en el orto a alguno de mis changuitos malcriados.
Mano va, vaso viene, pucho que se consume en el cenicero, charlando trivialidades, eso era lo que más nos gustaba en esa época, y los temas recurrentes eran los que ustedes ya imaginan, salidas, minas, alcohol, minas, problemas en la facultad, minas, fútbol… y algo de mujeres:
-¿Y, que tal anoche pendex?- escarbó Matías a Pablito mientras los dos contaban fichas y se aprestaban a masacrarse.
- Cubro tus veinte y subo cuarenta más. ¿Anocheee? Nada en especial, salimos con Jimena.- Dijo Pablín mientras tiraba casi con desprecio las fichas a la mesa
-No voy.- dije despreciando mis cartas y maldiciendo mi suerte de mierda – ¿Saliste con Jime? ¡Muy bien! Lo único que tengo para decir en contra de esa flaca es que tiene tan mal gusto que te busca a vos para salir.- y me levanté a cebarme un fernet ya que me había bajado de la jugada.
-¿Y?- preguntó Matías de nuevo para ver si le sacaba algo de jugo a la historia (o para desencajarlo un cacho, ya que había mucha guita en la mesa).
-Todo bien, salimos, caminamos, tomamos algo por ahí y la llevé a su casa.- y aumentó la apuesta con treinta más.
- O sea que no la llevaste al telo ¿Derecho a la cama de ella? ¡Picaroncillo!- Siguió Matías sabiendo que lo iba a sacar de casillas.
-No boludo, Jime y yo somos amigos tenemos muy buena onda.
-Yo me la volteo de onda- Dije y le di un sorbito al vaso ante la mirada de aprobación de todos los nenes.
Soy de los que piensan que la amistad entre dos personas de distinto sexo es algo, por lo menos, muy jodido de llevar. Y es llevadero hasta que a alguno de los dos se le salta la térmica, y termina la relación con una cordial invitación a dar un par de vueltas por el “polvódromo”.
Entre cartas que se cambian y apuestas que suben tratamos por todos los medios de hacer entender a Pablito que tarde o temprano iba a terminar la relación con Jimenita, ya sea volteándosela o rebotando peor la Pradón después de caer del quinto piso.
-Ustedes no entienden nada de nada, Jime es amiga, A M I G A- Terminó por concluir. - ¿A ver qué tenés Matu?- Pregunto sobrador desnudando un par de ases haciendo esa sonrisita pedorra que siempre hace cuando se sabe en ventaja.
Con un brazo apoyado sobre el respaldo de su silla y tirando las cartas hacia delante al mejor estilo “Maverick”. Matías le escupió una escalera real a Pablito, que mudo y blanco como una hoja solo alcalnzó a decir:
-Mañana la llamo y la violo donde la encuentre…
No hay comentarios:
Publicar un comentario