sábado, 26 de febrero de 2011

23- Tequila Sunrise


Diezmados por una borrachera como para regimiento de marines, María y yo caminábamos haciendo zeta por las calles de mi hermosa ciudad sin poder dar con el auto.
Todo había comenzado unas cuatro horas antes en un pubcito muy popular, lleno de flacos con ganas de ponerla y de niñas con demasiado alcohol en los vasos y muchísimo más en el torrente sanguíneo, y si! También con ganas de ponerla.
Todo en ese santo lugar está diseñado para excitar los sentidos, que no se note un kilo de más ni un centímetro de menos.
Me dí de frente con María (la tetona de la comidita orgánica),  en el preciso momento que Pablito me dejaba por una voluptuosa morocha que le hacía sonrisitas desde la otra punta de la barra, mi fiel Sancho, todavía molesto por que casi lo dejo morir con quince kilogramos de caca en su estómago me abandonaba a mi suerte. Yo había terminado de tocar un par de temitas con una banda amiga, ojo, no soy lo que se dice un virtuoso, pero había subido a tocar con los pibitos sin ningún tipo de vergüenza y sin que la cara se me desprendiera de donde estaba.
Me dí vuelta un tanto violentamente para irme elegantemente a la bosta, haciéndome a la idea que esa noche terminaba en mi depto, mirando alguna película acompañado de una botella de cerveza, cuando tropecé literalmente con María, volcándose sobre mi camisa mi vaso de fernet…

- ¡Negrito! Por lo que veo algunas costumbres nunca cambian.- Haciendo referencia a mi falta de conducta cuando hay una botella de por medio.

- ¡Chiquitita! La más hermosa de todas.- la abracé y le dí un beso muy cerca de los labios, tirando de ésta manera la línea  y el anzuelo con lo poco que me quedaba de carnada.

Nos sentamos en un rinconcito a seguir bebiendo, ver pasar gente, y beber un poco más.
La charla era poco menos que interesante, la música que en un momento me acariciaba con Led Zeppelin y Pink Floyd, ahora me taladraba el tímpano con Rodrigo y su cuartetazo (por cierto, hace mucho que no saca nada nuevo este tipo), pero me habían dado unas irrefrenables ganas de volteármela, como en las viejas épocas (cuatro meses atrás), cada vez la veía más linda (y más en pedo).

Sé que encontramos el auto, y amanecimos en él. Me encantaría contarles algo más, pero sinceramente no me acuerdo.


2 comentarios:

  1. Jajaja, buenisimo, apagòn de alcoholico!

    ResponderEliminar
  2. Bien che, interesante relato como para un análisis sociológico de nuestra borrachera

    ResponderEliminar