- ¡Esto así no puede
seguir! ¡Estoy podrida de tu forma de ser! –Me gritó Tiny desde el otro lado de
la habitación
- ¡Te enamoraste de
mi forma de ser! – Grité más fuerte.
- Ahora tengo la
necesidad de enfocarme en mi – Pareció calmarse
- ¿Qué tenés en mente?
- ¡Me voy! – Chilló
sacada
- ¿Ah?
- Que-me-voy-nene –
Silabeó sobradora- Igual, me la banco ¡Calavera no chilla!
- Por favor, no. No
lo hagas Tiny.
- No me puedo quedar,
no siempre puedo estar para vos, no a este nivel – Y de repente se puso seria.
- No te podés ir, no
ahora- Le dije como emulando una de las novelas de Migré.
- ¿Cómo que no? ¡Mirá
como me voy! – Y empezó a tirar ropa del placard a la cama sin ningún tipo de
criterio.
- No te podes ir –
dije medio murmurando entre dientes y con la cabeza gacha.
- ¿Y por qué no?
- Porque te amo.
Ni en lo más oscuro
del espacio se hizo un silencio tan profundo como el de esos tres segundos, en
el momento en que los dos cruzamos las miradas, en ese instante en que de la
bronca a la calma escupía por primera vez un “te amo”. En ese momento, desnudo
de estrategias y de estructuras, la abracé. No iba a soltarla, la tenía
abrazada y a la vez secuestrada, si no la soltaba, no iba a poder salir del
cuarto.
Haciendo un esfuerzo
con los brazos, se separó de mí para poder mirarme a los ojos.
“Yo también te amo”, dijo.
Al día siguiente, su
ropa, su bolso y todo lo que era de ella, ella inclusive, había desaparecido de
mi vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario