La mano venía pesada en la facultad, iba en caída libre, y con pocas ganas de remontarla, sentía que me faltaba ese plus-ultra de las primeras épocas, plus que me preocupaba, ya que no sabía qué podría ser y ponía en peligro mi continuidad en la universidad.
Como ya se habrán imaginado, la respuesta venía de la mano de una mina… ¡Y que mina!
Ilse era estudiante de pos-grado, alemana, grandota (fghhhhhhhh!!!!), y con una carita de turra que partía la tierra.
Cuatro en español, ocho en inglés y… no se… once, catorce, sesenta, mil quinientos en el universal lenguaje de las manos (sobre la humanidad de otro).
Le gustaba tanto la joda, como a mi salir de joda con ella. Cervezas iban, arrumacos venían, y la jauría se desesperaba por tirarse encima de la blonda belleza europea.
Después de un par de días de trabajo “sucio” (o chamuyo barato si se quiere), la teutona/tetona, accedió a un revolcón de proporciones épicas.
El drama se suscitó cuando, entre pucho y charla post-coito, se enteró de mis calificaciones, poco atractivas para un alumno en segundo año con aires de sábelo-todo.
-Vas a tenerrrrr que hacerrrrr algo con istas calificaciones niño- Dijo con su tonito de oficial de la SS que tanto temor me daba. (Y el hecho que me dijese niño realmente me provocaba nauseas).
-Si, verdad, pero me falta un incentivo, algo para poder empezar a tomar las clases con más ánimo- Le dije así, como al pasar- Algo surgirá seguramente.
El incentivo vino de ella, y el juego (o intercambio) era el siguiente: Una bolilla estudiada por un polvo…
Ese semestre termine regularizando todas mis materias, y aprobando buena parte de los finales, algunos en Julio mismo y el resto en Septiembre.
Nunca supe si era familiar de algún jerarca nazi, pero que me tenía cagando, me tenía cagando, solo le faltaban las botas de montar y el látigo sostenido por un guante de cuero.
Jajajaja, te tenía cagando "la hitler", te acordás que así le decíamos?
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