viernes, 13 de mayo de 2011

34- Sin principio ni final


Ya después del segundo vaso empecé a aclararme la vista en el boliche, detestaba la música que pasaban, pero la banda que iba a tocar era de gente muy amiga y había que cumplir con un par de temas para acompañar.
A menos de metro y medio de distancia un escote me hipnotizaba y me llamaba a la barra:

- ¿Se puede saber qué carajo estás mirando?

- Tus labios, son tan, pero ¡tan sensuales! –Verso total, no podía sacarle la vista de las tetas, ¡y qué tetas! (insértese aquí un ademán, como si estuviese llevando dos pomelos rosados apretados a la altura del pecho).
Se dio vuelta y no me dio ni cinco de bola, con la pelota todavía en los pies contraataqué por el centro del área:

- Mejor si me das la espalda. – Le perforé el oído.

-¿Ah?- Se dio vuelta y me miró como sin entender.

- Mejor si me das la espalda, por que tus labios serán sensuales, pero tu culo es algo de otro mundo – Y en ese mismo momento me di cuenta de la barbaridad que había cometido y hasta había cerrado los ojos para amortiguar el cachetazo.

-Sos un boludo, ¡ja ja ja! – Comentó y se sonrió. Uno a cero para el Estropajo pensé, y decidido a no perder la ventaja le pedí un trago y me senté a charlar.

Hacer del levante un arte, es algo que jamás pude, a decir verdad, en el pozo sin fondo de mi memoria hay guardados más rechazos que noches de éxito total. Lo que para algunas personas era normal, casi hasta como respirar, a mí siempre me costó un huevo, siempre remando como campeón olímpico, siempre peleándola como gato panza arriba, era por eso que cuando las cosas se daban de forma relativamente sencilla, no podía darme el lujo que la chiquita se me escape.
Las cosas empezaban a ir viento en popa, la señorita en cuestión, de la cual solo me acuerdo el par de lolas y esos ojazos negros que me volvían loco, ya había empezado a aflojar a punto tal de un par de besos y una visa sin fecha de expiración para mis manos sobre su humanidad. Justo en el momento de firmar los papeles los chicos empezaron a tocar y subí a hacer unos temitas. En medio de la tocada veo a mi bichito de turno charlando con una flaca que se me hacía conocida, pero chicato como soy, no pude distinguir más, y simplemente deje de darle bola.
Al bajar fui a reclamar mi premio con la nenita del escote travieso, y recibí mi premio, en realidad el que me había ganado antes de los besos, si señores, un cachetazo que ni el mejor boxeador del mundo hubiese podido asestar.

Lo único que alcance a oír fue un: - “…jo de put…”

Y ¡Paf! El resplandor típico de un flash, después de recibir un golpe de proporciones mayúsculas.

Y la hinchada alrededor de la barra…: -“¡UHHHHHHHHHHHHH!”

Aún con las neuronas rebotando de acá para allá, y el fernet queriendo escapar por un lugar que no le corresponde, empecé a levantar hervor.

-¡¿Qué carajo te pasa flaca?! – No podía ni fijar la vista, ¡Qué hermosa cachetada me clavó!

- ¡Sos un desgraciado, un imbécil! ¿Cómo le podes hacer eso a tu mujer?-  y con esa pregunta me terminó de desacomodar.

- Yo no soy casado ¡Boluda!- le dije intentando no levantar de manera violenta la voz.

-Vino tu ESPOSA, y me dijo que habías dejado a tus hijos en casa para venirte de joda ¡Sos un desubicado y un hijo de puta! ¡Encima está de dos meses!- Y fue ella la que levanto la voz en forma violenta, si hasta imagine que venía la réplica de su mano izquierda buscando el knockout.

- Te repito que no soy casado, calmate por favor, y decime ¿Quién te dijo eso? – Pregunté intrigadísimo.

-La morocha que está saliendo por aquella puerta- Y señaló a una flaca vestida de jean y camisita que salía por la última puerta del pub, decidí salir cagando, en medio de las carcajadas de la popular que había presenciado el hecho, a buscar a mi flamante esposa.
Segundos más tarde le dí alcance, con la vista algo más compuesta, pude distinguir a mi “mujercita”:

-Paula sos una hija de puta- Le dije tratando de contener las risas, es que la situación me pareció de lo más cómica, además, la jugada le había salido brillante.

-¡Vos sos el hijo de puta! ¡Te cogiste a mi hermana, desgraciado, stronzo di merda!- Me escupió a centímetros de mi cara
Y fue en ese momento que perdí los estribos, los estribos, la montura y el caballo completo…

-Yo no me cogí a tu hermana, ¡tu hermana me violó a mi!- Y se lo tuve que decir.
Casi instantáneamente vino el tan temido cruzado de izquierda de mi ex estropaja. En ese momento sentí que me iba a desmayar, dos cachetazos en menos de cinco minutos, eso tenía que ser algún tipo de record.

-¡Uy gordo, perdonáme! Se me fue la mano- me dijo preocupada, o por lo menos eso recuerdo que dijo- ¿Estás bien?

-No, no estoy bien, quiero sentarme antes de desmayarme, vamos a ese barcito- Y nos sentamos en la vereda de un bar.
Antes que pudiese reaccionar, ella ya había pedido (casi por acto reflejo) un fernet para mí, y un “Cuba libre” para ella. Y así fue como nos quedamos charlando, ella pidiendo disculpas por querer arrancarme la cabeza de un zurdazo y yo pidiendo perdón por haberme llevado a su hermana al polvódromo.

- ¿Se te pasó lo del golpe negro?- preguntó después de un par de vasos, todavía preocupada.

- Si, no te preocupes, casi como que me lo merecía.

-¿Casi?- incredulidad total.

-Si, casi, a mi manera de ver vos y yo ya somos algo más que un par de conocidos, y la flaca de hace un rato tenía grandes chances de terminar en cama conmigo.

-Mira, te salvé de una buena, esa flaca sin sabor no me llega ni a los talones, así que a mi manera de ver las cosas, te salvé la noche.

-El resultado sigue siendo el mismo, no hay sexo esta noche. A menos que vos…- ¡Y si! No pude evitar tirarle la jauría encima.

-Mmmmm, no, hoy, no…-Sentenció, luego vino el silencio incómodo,  un par de tragos para dejar pasar el tiempo, y siguió. – Me están empezando a asustar nuestros encuentros ¿A vos no?

-Mmmmm, no, a mí no me asustan en lo más mínimo, pero dejemos el boxeo de lado, por que ya veo que mañana el ojo se me va a poner negro…

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