Ante semejante amenaza paterna, sumada a la inminente probabilidad de pérdida de libertad (y la consiguiente merma de actividad física horizontal) me vi obligado a hacer algo que iba en contra de mis principios morales, contra mis valores, contra todo aquello que alguna vez pensé que era bueno y maravilloso. Si amigos míos, SALI A BUSCAR LABURO.
Desvirgar el lomo era algo que no tenía pensado si no hasta los veint.. treint…, no sé, pero no era en esa época, sinceramente estaba petrificado.
Tampoco era la gran cosa, algo de medio tiempo, algo que también me permitiese estudiar (y salir de joda con los nenes de tanto en tanto), me rehusaba totalmente a perder la libertad que tanto me había costado ganar (ni yo me creo ésta última frase).
La solución la tiró Pablito y su madre, dueña de un local en un conocido Shopping de mi ciudad.
Dada mi relativa facilidad para las matemáticas (dos vasos de medio litro de fernet es igual a un litro de fernet), y para inventariar un stock (“¡Faltan dos cervezas de aquel cajón!”), me inventaron un cargo de administrador, solo había que sumar y restar, cerrar caja y tomarme el palo, lo que me llevaba aproximadamente treinta minutos al día. Ya que éramos (y aún lo somos) casi familia, el pago por esos míseros minutos diarios de esfuerzo mental era más que generoso, con lo cual el problema estaba solucionado. Por lo menos en la faz económica.
Ahora, el quilombo que se me venía encima con Paulita por culpa de mis pulposas compañeritas de trabajo y las vecinitas del local de lencería era otra cosa…
Jajajaja, ñoqui de cuarta, el mejor administrador del restó...
ResponderEliminarCallate que todavía me debes los aportes!
ResponderEliminarNunca, evasor 100%
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