Debo confesar que la primera impresión
que Irina se llevó de mi, no fue la mejor. Para aquellos que buscan tips de
levante (cosa que acá no van a encontrar ni a palos), una de las pocas cosas
que puedo decirles es “NO LE PIDAN IR AL BAÑO A CAGAR, EN SU CASA, NO EN LOS
PRIMEROS TRES MINUTOS DE CHARLA”. Pero así fue, ella abrió la puerta, le di un
beso, y a solo unos minutitos de charla trivial tuve que hacerle la pregunta: “Perdoname, me prestas tu baño?”.
No hay
que tener el coeficiente intelectual de Albert para darte cuenta que si tu
interlocutor te pregunta esto, con tanta desesperación, a los pocos minutos de
llegar a tu casa, no es por que quiere higienizarse las manos con alcohol en
gel por miedo a la gripe A, es por que literalmente se esta cagando en las
patas.
Una vez adentro del baño, y comodamente
instalado en el inodoro, me puse a pensar… “Cómo
mierda salgo de acá?”…
No importa cuán ingenioso seas, de esa no
salís si no por la única puerta que existe, y dejando atrás un vaho delicado,
semejante al que despide el cadáver de un elefante descomponiéndose al sol en
plena sabana.
Lo que más me sorprendió fue la respuesta
de Irina ante mi cara, esas que pongo cuando me mando una cagada (y qué
cagada!):
-Jajajaja! Parece que nunca hubieses
cagado en casa ajena- Dijo, y me dio un beso en la mejilla – Veni, vamos que ya
tengo sed, y se me antoja un fernet...
Salimos dejando todo atrás, y yo solo
deseaba dos cosas: la primera era que todo saliese bien con Irina, y la segunda
era que ninguno de sus familiares se le ocurra
entrar al baño de invitados por un tiempo, mas o menos unos dos años…
No hay comentarios:
Publicar un comentario