Imagínense la situación… Recta por la
autopista, mi queridísima “Cumbancha” circulaba a velocidades insanas. Eran
algo así como las cuatro de la mañana, volvíamos con los nenes de juerga. La
cantidad de alcohol en nuestras venas era igual o mayor a la velocidad a la que
íbamos:
-Che boludo, baja la velocidad nos vamos
a matar…-Dije con los ojos lagrimeando por el viento que entraba por la
ventanilla.
-Si el que va manejando sos vos borracho
asqueroso- Me retrucó Pablito desde el asiento de atrás haciendo arcadas.
-¡Uy cierto! ¿Che, que mierda es esa
linterna que me hace señas?- Pregunté tratando de adivinar que era ese bulto
que se meneaba detrás de la linterna.
-¡No te puedo creer! Creo que es la cana,
la puta madre que lo parió… -Comentó Fede que era el que mejor veía (anteojos
mediante).
-¡Estamos en el horno!- Dije con tono de
resignación.
- Bueno, bueno… no nos hagamos drama, le
pasamos unos pesos, y que se vaya a cagar- Comentó Matías, el estratega.
En lo que esta conversación duraba, creo
que nos pasamos por ciento cincuenta metros del control de tránsito, imagínense
que íbamos mas o menos a 100 Km./h,
así que como era de suponer la frenada que pegamos hizo eco en todo el valle y
dejó una marca indeleble en el asfalto…
-¿Para qué frenas? ¡BOLUDO!- Me gritaba indignadísimo Fede-
-¿Tengo que volver al control o no?
¿Acaso no le debemos guita al cana?- Pregunté de la manera más boluda, inocente
y ebria posible-
-¡Vámonos a la mierda IMBECIL! ¡Uh! Ahí
viene la moto, ahora si cagamos- Sentenció Matías-
-¡Nos van a quitar el auto! ¡Nos lo van a
quitar por que somos una manga de borrachos!- Gemía entre sollozos Fede.
-Estropajo ¡Hace algo que te parió!- Me
apuraba Matías, para que le diera solución al despelote que se nos venía
encima.
La moto se nos acercaba con la fucking
lucecita azul de la sirena prendida, se paró adelante nuestro y se bajó un
tipito con aires de Poncharello de “CHiPs” (dato solo para nostálgicos), solo
que quince centímetros mas bajo y cuarenta
centímetros más ancho en la panza…
Perdido por perdido, todo se resumió en un simple un cálculo
matemático, teniendo en cuanta los siguientes factores: La distancia que
separaba la moto estacionada de la Cumbancha, el tamaño del gordo que se me
venía encima con un talonario de multa en la mano, el peso del gordo en si (muy
gordo, como todo inspector de tránsito). Sumados estos factores a las ganas que teníamos de hacerle pito
catalán a nuestro empobrecido y corrupto sistema de tránsito.
Tan solo unos cuantos metros antes que
llegara a mi ventanilla, puse primera y salimos a todo lo que nos permitía mi
Cumbancha.
Creo que al policía de tránsito le quedó
una sensación mezclada, entre bronca por que nos cagábamos de risa de el, y
tristeza por no haber podido coimearnos...